viernes, 31 de agosto de 2012

The Possession (El origen del mal) (2012)


TÍTULO ORIGINAL: The Possession
AÑO: 2012
DURACIÓN: 92 min.
PAÍS: EE.UU.
DIRECTOR: Ole Bornedal
GUIÓN: E.L. Katz, Kevin Mannis, Juliet Snowden, Stephen Susco, Stiles White
MÚSICA: Anton Sanko
FOTOGRAFÍA: Dan Laustsen
REPARTO: Jeffrey Dean Morgan, Kyra Sedgwick, Grant Show, Madison Davenport, Natasha Calis
PRODUCTORA: Lionsgate / Ghost House Pictures / North Box Productions
GÉNERO: Terror | Sobrenatural. Posesiones/Exorcismos

 
SINOPSIS: Una familia compra una extraña caja de madera en un mercadillo de vecindario. La hija pequeña adquiere un apego inmediato por la caja, cambiando su forma de ser y volviéndola violenta. La familia tendrá que luchar por acabar con la maléfica posesión.
 
CRÍTICA: El director danés Ole Bornedal (1959) dirige una nueva cinta de terror de posesiones y exorcismos tomando como premisa unos hechos reales que tuvieron lugar en 2004, cuando una caja de madera que, según se anunciaba, contenía un dibbuk (un espíritu maléfico o demonio de la tradición judía) se subastó en Internet y fue vendido a un conservador, que descubrió que había pertenecido a una superviviente del Holocausto de 103 años de edad. El hecho fue documentado por una periodista de Los Angeles Times y, la productora de Sam Raimi (1959), Ghost House, decidió recopilar las fatalidades que habían sufrido los distintos propietarios de la caja original para idear una historia protagonizada por una única familia norteamericana a lo largo de 29 días, tal y como rezan los títulos de crédito.
 
 
Bornedal, que ya había realizado otras dos incursiones en el género de terror, “El vigilante nocturno” (1994) y “La sustituta” (2007), intenta crear una obra con nombre propio, que aporte un punto de vista distinto al género de las posesiones infernales, pero fracasa en el intento. Cierto es que, en lugar de abusar de los iconos católicos de los curas  exorcistas liderados por el Padre Karras, apuesta en esta ocasión por los ritos y tradiciones judías como un leve hálito de aire fresco, pero en todos los demás elementos de la película no hace sino abundar en los ingredientes habituales de la fórmula. Queda, por ello, fatalmente relegada al saco de las películas de imitación, sin que pueda quitarse el polvo de la obra emblemática de la temática empleada, “El exorcista”  (1973).
 
“The Possession” tiene su principal valor en dos de sus actores que concentran las principales alabanzas. La joven actriz Natasha Calis, que interpreta a la terrorífica poseída en cuestión (Emily), y Jeffrey Dean Morgan (“Watchmen”, “Supernatural”, “Anatomía de Grey”) que hace de padre desesperado de forma correcta. Sobre todo la primera, que siguiendo lo que es ya una ley no escrita del género, a pesar de su corta edad, logra transmitir toda la maldad y a la vez impotencia del personaje. Eso sí, no llega a la deliciosa interpretación de Isabelle Furhman en “La huérfana” (2009), pero no está mal. Kyra Sedgwick (“El leñador”, “The closer”) sale perdiendo en un cuarteto (hay que añadir a la hermana Madison Davenport) cojo en dos de sus patas.
 
 
La película logra momentos de tensión que se van dosificando cada vez más frecuentemente hasta llegar al previsible clímax de la película. Abusa de los efectos de sonido y de la llamativa partitura de Anton Sanko, que se rompe con estruendosos silencios, jalonados por fundidos a negro, tras cada episodio demoníaco.
 
Entretenida para los no muy exigentes, se deja ver. No le ha salido mal la jugada a Sam Raimi, apostando un presupuesto mediano a una película que atraerá a adolescentes a las salas de cines. Bienvenidos sean.
 
Un 6.
 
- El comentario pijo: No había presupuesto para camisetas. El padre lleva la misma en varias escenas. ¿Credibilidad, guiño de paralelismos para el espectador, construcción del personaje o pereza por ir a una tienda de deportes?
 
- El comentario friki: La escena del exorcismo del final de la película se rodó en el hospital psiquiátrico abandonado de Riverview, en la Columbia Británica. Construido en 1913 y cerrado 70 años después.
 
- El comentario compulsivo: ¡¡Odio las polillas!! No me imagino estar rodeada de las más de 2.000 polillas que aparecen en una de las secuencias más impactantes de la película. Qué asco, pobre Calis.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Prometheus (2012)


Aquí escribiendo desde la nave Nostromo la teniente Ripley va a hacer, a la vez, de abogado del diablo y de crítica corrosiva. Porque a eso es a lo que me lleva esta precuela "cutre" y "genial" a partes iguales, que me irrita y se me engancha en el estómago al mismo tiempo y que no puedo suspender ni tampoco vanagloriar, pero que sí puedo decir que, para la fan número uno (con permiso de Myers) de las dos primeras obras de la saga, sabe a poco. Quizás porque el bicho me tiene enamorada y uno es siempre más estricto con lo que ama.

Y sí, digo precuela aunque lo nieguen o jueguen al despiste. Si nos trata de explicar qué ocurrió antes de "Alien, el octavo pasajero" (1979) es una precuela en toda regla, y así nos lo hacen sentir todos los detalles y referencias de la película que para mí engarza a la perfección con el aterrizaje de la Nostromo en LV-426, aunque éste sea otro planeta. Ridley Scott tenía facilísimo hilar la imagen de cierre de "Prometheus" con el inicio de la primera obra de la saga Alien, mismas naves, misma imaginería artística (decorativa, estética, arquitectónica, paisajista y geológica) y dejar satisfecho al personal. Pero no, ¿para qué dar ese gustazo a los fans de Alien, cuando, siguiendo los consejos de marketing del bueno de Lindelof, podemos dejar a la masa haciéndose preguntas y elucubraciones que desearán ver resultas en otra entrega en el 2015? Muy mal Ridley.

A estas alturas no se puede negar que visual y sonoramente es una delicia (aunque nos hayan vuelto a hacer trampas en el póquer con una deliciosa y terrorífica música de tráiler que aquí, ni está, ni se la espera). Los efectos especiales son buenos, pero es que en una película post Terminator 2 y, sobre todo, post Avatar, es lo mínimo que puede esperarse de ella. Y aún así se le pueden achacar cosas de vergüenza ajena.
Por su parte, la BSO engancha y el ensordecedor estruendo de la nave logra que el asiento vibre y que el suelo de la sala se "abra" bajo nuestros pies, convirtiéndonos en obligados tripulantes de la Prometheus.

¿Véis que vengo con alabanzas y puñaladas a partes iguales? Sigamos.

Uno de los principales fallos de la película que, esta vez sí, es imperdonable, es el del ridículo infra-uso de los personajes que tanto fue cuidado en TODAS las obras de la saga, hasta en la peor de los "aliens nadadores". En efecto, todas las predecesoras en el tiempo presentaron unos personajes con cierta profundidad (unos más y otros menos), de los que te encariñabas o, en su caso, detestabas, poniéndote en su piel ante cada ataque de la bestia. En este caso, salvo cinco tripulantes, los demás o son ninguneados o son ridiculizados de manera asombrosa. ¡¡¡¿Pero esto qué es?!!! (gracias Prats por esa frase mítica).

Y ello por no hablar de frases de guión que parecen salidas de un níño de 9 años. ¿Son científicos? ¿En serio? Al menos en otras películas marca Alien eran militares (y no les estoy llamando tontos) y se podían permitir falta de rigor en este aspecto. Pero es que son geólogos, biólogos (quizás este era de la clase de Ana Obregón, pobrecito), médicos.... Y ahí están en un planeta desconocido, tocándolo todo, quitándose las máscaras de oxígeno porque "hay humedad", jugando con serpientes muy monas, perdiéndose en cuevas de las que ellos mismos han elaborado mapas.... y no sigo.

Menos mal que ahí están Rapace y Fassbender, dos animales interpretativos, para esconder en un segundo plano las miserias de los demás tripulantes. Rapace está cañera, lo que se espera de una pre-heredera de Ripley. Y Fassbender, ay Fassbender. Qué increíble construcción del personaje robótico. Aquí no tengo nada que achacarle a Ridley, porque los detalles del personaje hasta se convierten en tema central de la película, casi por encima de los bichitos del planeta desconocido: su presentación inicial como amante de "Lawrence de Arabia", quizás en un intento de entender o de parecerse a los humanos, poniéndose los aluminios en el pelo para teñirse de rubio a lo Peter O'Toole, su juego con los humanos a los que ama y detesta, la sensación de que "este ya lo sabe todo, qué miedito". Fascinante.

Ello me lleva a hacer una de las mayores loas de la película, pues es con ese personaje cuando Ridley vuelve a traernos a la cabeza que ya nos planteó tiempo atrás ("Blade Runner" 1982) serias y elevadas dudas existenciales e intelectuales al preguntarnos si "sueñan los androides con ovejas eléctricas", y que, además, es un gran cineasta en general, y específicamente en el terreno de la ciencia ficción, y que, por ello, ha de beber de las fuentes y, particularmente, de "2001: Una odisea del espacio", trayendo a colación de nuevo esa lucha de Hal-9000 contra los humanos, en un intento de parecerse a ellos. Así, sí, señor Scott.

Dejando a un lado las referencias cinéfilas (a mí la escena del hacha me recordó a "El Resplandor", pero igual es opinión personal), sí hay que decir que la cinta crea tensión, especialmente en LA ESCENA de la película, que crea un malestar impresionante (sin perjuicio de que aquí, de nuevo hay fallos sorprendentes y risibles). Y sí, la cinta se hace corta y estás con el corazón en un puño hasta el final. Buenas noticias.

En cuanto al juego de las preguntas sin respuesta, pues qué queréis que os diga, como buena Lostiana he aceptado el reto con placer (salvo lo de la concidencia de Planetas de la que traté al principio). Nada me gusta más que salir de ver una película dándole vueltas a la cabeza y que lo siga haciendo un mes después de la primera vez que vi una copia de "Prometheus". Creo que todas las preguntas van dirigidas hacia los "ingenieros" (nuestros creadores). Y ¿por qué?. Pues porque Scott y Lindelof no se chupan el dedo y saben que por el lado de los aliens ya no hay nada más que explotar (o, mejor dicho, más misterios que introducir, que yo no descarto una quinta entrega con aliens voladores evolucionados a velociraptor-pterodáctilo), mientras con la figura de los jugadores de baloncesto albinos, existe un universo de posibilidades tan grandes como el universo en el que vivimos.

Y ahora a esperarse a 2015. ¿por qué nos haces esto, Ridley?

Eso sí, como nos digas en la segunda parte de "Prometheus" que quisieron exterminarnos porque hacemos guerras y somo malos... no volveré a dirigirte la palabra en la vida.

Hoy estoy generosa y le he puesto un 6,25.

El comentario pijo: No sé cómo describir el atuendo de hibernación de los tripulantes de la nave Prometheus. Si en "Alien" (1979) Sigourney Weaver puso caliente al personal con unas inolvidables braguitas setenteras una talla inferior a la suya, en esta entrega llevan unos paños al estilo imagen de procesión, vamos, los paños de Jesucristo. ¿De verdad no tenían para ropa interior?

    

El comentario friki: La inspiración en la obra de Kubrick es más que patente, sobre todo gracias a Weyland, que es el alter ego de David Bowman ("2001: Una odisea del espacio"). Espero que esa y no otra sea la explicación de su horrible estética, un homenaje al personaje creado en 1968.



El comentario compulsivo: La tensa escena de la autocirugía me puso los pelos como escarpias. Es la secuencia de más tensión de toda la película. Eso sí, quién se cree que después de haberte cosido la tripa se puede salir corriendo sin que se te abran los puntos. Por mucha Saw que seas.